Lo que ocurre hoy en Machu Picchu no es solo un problema logístico. Es una vergüenza nacional. Mientras millas de turistas llegan con ilusión a conocer una de las maravillas del mundo, lo que encuentran es caos, desinformación, largas colas, sobreventa de entradas y, lo más grave, maltrato.
Sí, maltrato. A personas que confiaron en el Perú para vivir una experiencia única, y que en lugar de eso, son víctimas de un sistema que no funciona, de autoridades que miran para otro lado, y de una desorganización que daña irreparablemente nuestra imagen como destino turístico.
Esto no es nuevo. Venimos años denunciando el desorden, las limitaciones de aforo mal manejados, la falta de un sistema digital confiable y la ausencia de protocolos claros. Se han hecho mesas de diálogo, se han firmado compromisos, se han anunciado soluciones. Pero la realidad no cambia.
¿Dónde están los ministros? ¿Dónde están los viceministros, los directores, los responsables?
En el turismo, los cambios de autoridades son una constante, pero lo que también se mantiene constante es la inacción. Viven de discursos y promesas, pero no toman decisiones. Y mientras tanto, millas de operadores, guías, agencias de viaje y familias que viven del turismo, pagan las consecuencias.
El acceso a Machu Picchu debería ser un ejemplo de gestión moderna y eficiente. En lugar de eso, se ha convertido en una pesadilla diaria. Los videos y fotos que circulan en redes sociales son indignantes. Turistas esperando bajo el sol por horas, sin información, sin orientación, sin respeto.
No podemos seguir normalizando esto. No podemos permitir que Machu Picchu, símbolo de nuestra identidad, sea gestionado con tanta negligencia.
Este llamado es urgente. A las autoridades, a los gremios, a la sociedad civil: hagamos algo ya.
No por nosotros, sino por el Perú y por todos los que creen en el turismo como una herramienta de desarrollo y orgullo nacional.
El tiempo se acabó. Ahora toca actuar.
Tito ilizarbe
Directo de peruinkasico
