Turistas madrugan y duermen en las calles para conseguir entradas a Machu Picchu en medio del caos.
Desde las 4 am, cientos de visitantes hacen fila en Aguas Calientes para obtener uno de los limitados boletos presenciales al santuario inca, mientras otros acampan desde la noche anterior. Con el sistema virtualmente agotado semanas antes, esta escena se repite diariamente en temporada alta, generando caos y frustración entre los turistas que llegan al Cusco sin garantía de ingresar a la maravilla mundial.
El alcalde Elvis LaTorre propone aumentar el aforo diario de 5,600 a 6,600 visitantes, medida que enfrenta resistencia por su impacto en la conservación. La Unesco recomienda no superar los 4.000 visitantes, pero en abril el Mincetur y Cultura evaluaron un nuevo incremento, priorizando el turismo sobre la sostenibilidad del patrimonio.
El sistema de venta muestra graves falencias: mientras los empresarios denuncian “manejo del siglo pasado” con ventas manuales, los turistas pasan hasta 5 horas en colas bajo el sol, muchos sin éxito. Juan Stoessel, hotelero, criticó duramente al Ministerio de Cultura: “Es una vergüenza nacional ver cómo se gestiona nuestro principal atractivo”.
Este caos ocurre mientras Machu Picchu enfrenta otro desafío: el paro nacional del 14 de mayo que suspendió trenes y dejó varados a millas de visitantes. El conflicto evidencia la urgente necesidad de modernizar la gestión del santuario, equilibrando el acceso turístico con la conservación, antes de que la experiencia del visitante y el patrimonio sufran daños irreparables.